<< Jesús entró y les dijo:
"Paz a vosotros. (...) Los discípulos se alegraron de ver a Jesús ".
Él repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os
envío yo.>>. El Evangelista, siempre tan austero, suelta, de paso, que
"los discípulos se alegraron de ver a Jesús", como si se tratara de
una reacción de poca importancia. Volveremos sobre este pensamiento.
Podríamos considerar este fragmento
de Juan como el último encargo y definitivo, como la misión que deberían llevar
a cabo y el estilo que debería prevalecer. La misión era la de anunciar la
Buena Nueva, y el estilo, el mismo que había encarnado Jesús. Las dos cosas
esencialmente positivas.
Jesús había anunciado el Reino, la
salvación ofrecida por el Padre a los hombres; y lo había hecho siempre
alentando, despertando confianza, sacando traumatismo a las situaciones
penosas. Los bien intencionados se habían alegrado siempre de ver a Jesús.
Siempre los había llevado paz, y ahora, a los más íntimos, les dio el Espíritu
Santo que es el amor del Padre. Nada negativo, nada pesado. Desvelando siempre
en los corazones la necesidad de acercarse al Amor, con confianza amorosa.
¿Qué le ha pasado al cristianismo?
¿Por qué muchos cristianos no se alegran de ver a Jesús a través de la fe? No
se trata de un alegrarse cualquiera, sino como lo hicieron los Apóstoles.
¿Quién sería capaz de describir la alegría inconcebible de aquellos hombres, al
ver a Jesús vivo después de su muerte? Así debería ser nuestra alegría, por
obra de la fe y de una verdadera experiencia religiosa.
¿Quizás porque hemos hecho del
Evangelio una carga pesada? ¿No sería correcto decir que hemos endurecido el
mensaje y nos hemos dejado perder la alegría de ver al Señor? Hemos puesto
condiciones y hemos establecido normas; hemos dado a entender que la salvación
no es un don sino un estipendio (una paga) después del trabajo de la jornada y
el calor. Esto no es una buena noticia. Ya lo sabíamos que quien trabaja cobra
y que aquel que se mantiene impecable recibe elogios. Lo que nos hacía falta escuchar,
mucho más de lo que lo hemos oído, es que somos amados a pesar de nuestra
condición pecadora, y que somos invitados a desear y procurar una vida nueva,
donde el amor que nos es dado gratuitamente, tiene una mayor cabida y una
respuesta libre, llena de gozo y felicidad. Nos hacía falta saber que Dios está
enamorado de nosotros, para evitar quedarnos indiferentes, cuando alguien nos
dice que debemos amar a Dios. Ya se sabe que amar por obligación es un mal
trabajo y una mentira disimulada; y que amar porque nos sabemos amados, es la
gloria pura. ¿No es eso lo que nos hace falta decir con palabras y actitudes?
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