¿Por qué nos cerramos en nuestro
mundo? Nuestra salud, nuestro éxito, nuestros bienes, nuestra felicidad. Yo, yo
y siempre yo. Además, cuando pensamos en el otro, ¿no es, quizá, para
seducirlo, dominarlo o criticarlo? Cuando reducimos el ámbito de interés en
nosotros mismos, nos encontramos a nosotros mismos y nos decepcionamos; vemos
empequeñecer el horizonte, como si hubiéramos caído en un pozo o como si nos
encontráramos en medio de un valle estrecho que nos oprime, Podríamos decir que
el individuo, solo, aunque tenga un cierto sentido, ello no le basta; es como
un árbol solo en medio de la estepa, sin compañerismo, sin apoyo, sin polinización: como daño mínimo, condenado a la
esterilidad.
Vemos la lección de la naturaleza:
el hayedo, el pinar, la aliseda,; el rebaño de cebras, la familia de elefantes y leones.
Todo, en el mundo viviente, se organiza naturalmente en grupo, de acuerdo con
su nivel de vida o de instintos.
A la familia humana le corresponde
organizarse en comunión libre y solidaria, en comunidad, de acuerdo con sus
facultades superiores; no únicamente a nivel racial, político y social, sino en
la profundidad de comunión personal, que conlleva valoración mutua, respeto,
comunicación, ayuda.
Hay un dato desconocido para muchos,
poco asimilado por otros, que hace del todo imprescindible la comunión entre
humanos, si queremos alcanzar nuestra misión y el sentido pleno de nuestras
vidas: el hombre inteligente y libre - y
los extraterrestres, si existen- han de saberse la conciencia del cosmos. El
universo no sabe nada de sí mismo, ni de su origen, naturaleza, leyes que lo
gobiernan, ni de su finalidad y destino. Es el ser inteligente y libre, como
tal, quien añade alma y sentido a toda la creación. Somos nosotros quienes podemos
conocer el sentido y el destino universal si, antes encontramos nuestro sentido
y destino colectivamente y nos sabemos conciencia de la creación y la ejercemos
comunitariamente. En este caso, la insignificancia individual toma relieve, y
se sublima en la importancia de la colectividad.
En la base de nuestra investigación
hay una premisa indispensable: el descubrimiento del Otro. Él es el origen, la
ley natural, el sentido, y en él se encuentra la coyuntura de todo. Él es el
Uno y la causa y el lugar de toda unidad.
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