El grupo de científicos, explorador
de un objetivo concreto, camina penosa-mente por el desierto, después de que los
vehículos de motor han sido incapaces de remontar las dunas imponentes que
entrecruzan el horizonte en todas direcciones. El objetivo está cerca y lo pueden
terminar de alcanzar a pie -creen. El desierto es un espectáculo bellísimo y
dramático a la vez que alucinante y traidor. Un desvío de pocos grados propiciado
por el entrecruzando de las dunas, puede llevar a los expedicionarios a un
error fatal que los aleja del objetivo, tanto como de los vehículos de
aprovisionamiento, y llevarlos a una situación peligrosa. No es fiable
cualquier señal, por verosímil que aparezca a primera vista. Se deberá
comprobar utilizando la brújula y con el más estricto rigor.
El símil propuesto me plantea una
situación más trascendental y aún más punzante. Navegando por el tercer
milenio, buena parte de la humanidad ha decidido aparcar los valores que han
servido de vehículos, más o menos seguros, a innumerables generaciones. Ahora,
muchos piensan que están a punto de alcanzar el objetivo deseado: el sentido y
la realización integral. Para ello se han librado de todo fardo -que les ha
parecido obsoleto y superfluo- y se han provisto de equipajes nuevos y
funcionales, creyendo de buena fe, que irán más sueltos y ligeros para llegar
al objetivo deseado. Los valores trascendentes y morales les han parecido
demasiado pesados y restrictivos, y los han sustituido por el deporte, la
fiesta, la ciencia, la cultura, la política, el relativismo absoluto y la
libertad sin restricciones de ningún tipo. Digámoslo claramente, por el
libertinaje. En tales condiciones, el hombre sólo y la humanidad entera, se
puede desorientar respecto de su realización y perderse desgraciadamente, en
cuanto al regreso a las seguridades arrinconadas. Se puede encontrar que no
sepa donde va ni de donde viene, que se le acaben las provisiones de
iluminación, ilusión y esperanza, como
ya empieza a pasar. Los síntomas son: abandono sin lucha a una muerte
anunciada, debido a la droga y la incapacidad deplorable para volver atrás y
buscar caminos alternativos.
No está, sin embargo, todo perdido.
El extremo que hemos descrito, aunque socialmente alarmante, afecta a una
minoría. El grueso de la sociedad sigue aquellos pasos de lejos, con riesgo
pero, de caer en la fosa. A la mayoría le resta la cordura y la sensibilidad
suficiente para escuchar la propuesta de Jesús: << Si supieras el don de
Dios y quién es el que te dice "Dame agua", tú le habrías pedido, y
él t 'habría dado agua viva (...) El agua que yo le daré se convertirá en él en
fuente de agua que salta hasta la vida eterna >>. La vida eterna es el
sentido pleno y la plena realización personal, ahora y para siempre, a la
presencia del Señor y con su ayuda gratuita.
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