<< El amor viene de Dios
>>; exclusivamente de Dios. Nadie más fuera de él, aunque se sea capaz de
amar o de ser amado, es amor. En las criaturas el amor es un predicado, un
adjetivo calificativo, un añadido que puede estar o no. Por el contrario, en
Dios el amor es consustancial, definitivo, esencial. Es pues verdad que el
amor, todo amor, viene de Dios.
Quién debe recibir el amor como un
don que viene de fuera, de ninguna manera puede ser amor; lo cual hace
absolutamente cierta esta afirmación de san Juan: << No es que nosotros
hayamos amado a Dios; él ha sido el primero de amarnos >>. Es evidente
que para poder creer esta afirmación necesitamos alguna prueba. La tenemos en el
mismo Juan cuando dice: <En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene:
Dios envió al mundo a su Hijo único >>.
Ahora, pues, debemos fijar nuestra
mirada en Jesús, a ver que dice y que hace, porque él es la prueba del amor que
Dios nos tiene. Y él dice: << Yo os ama tal y como el Padre me ama (...)
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. A vosotros
os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre
>>. Por otra parte, lo que hace Jesús es bien conocido: ama a todos,
empezando por los pequeños, marginados y pecadores, hasta causar escándalo en
los puritanos de la época, por su complicidad con los marginados de la sociedad
y de la religión. Todo ello porque su amor también viene de Dios: << Yo os
amo tal y como el Padre me ama>>.
El amor que
viene Dios no es agua estancada, que se pudre, sino agua cristalina que sigue
sin parar un circuito vivificante, como se deduce de esta aseveración de Jesús:
<< Este
es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado >>.
Mirad,
pues, la belleza del itinerario vital del amor: todo amor sale de Dios que es
la Fuente, y pasa por Jesús, su enviado, que nos ama a nosotros con el mismo
amor que recibe del Padre. Si nosotros correspondemos al amor recibido y nos
amamos entre nosotros, por el otro, el amor vuelve a Dios, ya que todo amor al
próximo es amor a Dios. Más brevemente: El Padre ama a Jesús, el cual, a su
vez, nos ama a nosotros; nosotros amamos al próximo y, por él, el amor que ha
venido de Dios, vuelve infaliblemente a Dios.
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