Ahora,
como en tiempo de los profetas, es patente la necesidad de salvación de la
humanidad entera y del hombre en concreto. La situación precaria acompañada de
graves carencias y causada por agresión externa o por insuficiencia interior,
desde las catástrofes naturales, pasando por las enfermedades y el hambre,
hasta parar a la ruina del mal moral y la traumática y persistente falta de
sentido, que sufren personas, pueblos y culturas, pone de relieve la necesidad
urgente de ser salvados desde fuera, por alguien que tenga poder sobre las
causas externas y las personales, y que quiera llevar a cabo un proyecto exitoso
que acabe dando sentido y plenitud a todo el proceso histórico de la creación.
Leemos en Isaías (Is 35, 4):
<< Aquí está vuestro Dios. (...) Es él mismo quien viene a salvaros
>>. Este mensaje del profeta fue repetido y confirmado con palabras y
obras para la misión de Jesús. Es este el sentido de su predilección por los
pobres y sufrientes, expresado en las bienaventuranzas, en el sermón de la
montaña y en la actitud constante del Maestro; más concretamente en sus signos
milagrosos: << Los ciegos ven, los sordos oyen, los cojos andan y los
pobres son evangelizados.
Los hechos esporádicos de curaciones
y resurrecciones tienen por objeto ilustrar y confirmar el proyecto global
salvífico, que no tendrá lugar en la presente condición terrenal -tiempo de
paso y de purificación, - y esclarecen el horizonte hacia donde caminamos, con
la tenue pero segura claridad de la esperanza.
El mensaje de los profetas, y de
Jesús muy particularmente, alivia el estado precario presente y su pesadez, dando
sentido al presente como itinerario hacia el futuro definitivo, cuyas puertas
nos abre de par en par. Todavía no hemos llegado a la meta pero hacemos camino;
aún no se ha revelado lo que seremos, pero se puede vislumbrar. La marcha es larga y el fardo que llevamos
pesado, si bien tenemos claro el término y el resplandor de su belleza nos
tiene fascinados; por eso sentimos aligerado el peso de los dolores y de las
carencias presentes. Los cristianos creemos firmemente que culminará, en el
tiempo debido, la liberación de cualquier carencia y dolor; aunque no sabemos
bien cómo será. Pero tenemos una primicia y un modelo en la resurrección y la
glorificación de Jesús, después de una peregrinación salpicada como el nuestro,
de carencias y dolores.
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