Todo el que se siente
llamado a una vida de oración, en algún momento, se encuentra desamparado, como
si estuviera delante de un cruce con muchas direcciones para elegir, o, aún
peor, cuando parece que un muro impenetrable le impidiera acceder a la deseada
relación con Dios. Hay una salida de esta prueba angustiosa: el recurso a
"la lección divina", que significa acudir a la lectura de textos
espirituales llenos de sabiduría y rebosantes de experiencia en la vida de
oración, como serían los escritos de los santos padres y de otros autores,
maestros espirituales. Aquí recomendaríamos las Confesiones de San Agustín, los
escritos de san Buenaventura, los escritos de san Gregorio de Nisa, los de San
Juan de la Cruz o los de santa Teresa de Ávila y Santa Teresa de Lixeux, etc.
Por encima de todo, pero, tenemos la Biblia que es, sin
duda, la Enciclopedia de una verdadera vida de oración. Los Salmos, los Libros
sapienciales, los Profetas, el Deuteronomio, algunos libros históricos y todo
el Nuevo Testamento, son una verdadera escuela de oración, fruto de la
experiencia secular de tantas personas que han vivido a fondo su relación
orante con Dios. La lectura de la Biblia, sin embargo, conlleva una dificultad
difícil de superar. Nos encontramos ante tanta y tan variada materia, que
cuesta discernir y concretar lo que a cada uno le conviene en un momento
determinado. Es como encontrarse en medio de una selva inmensa, donde uno no
sabe cuál es el mejor camino y cuáles son las salidas adecuadas.
La Iglesia, que es una comunidad orante, ha resuelto,
desde tiempos antiguos, por medio de la Liturgia, la aproximación de la Biblia
al alcance del pueblo cristiano. Los libros litúrgicos vienen a ser como el
néctar de toda la Biblia en el ámbito de la oración. En la Liturgia tenemos el
Misal, los Leccionarios, la Liturgia de las Horas, los Rituales sacramentales e,
incluso, un Ritual de Bendiciones. Estos libros contienen, de manera
comprensible y apropiada en cada momento y situación, todo el arsenal de vida
orante que contiene la Biblia. La selección de los textos ha sido realizada, en
el transcurso de los siglos, por manos de expertos biblistas y de personas
acostumbradas a la vida de oración.
En la Liturgia de las Horas, al alcance de todos, por
ejemplo, que se nutre principalmente de Salmos, antífonas, responsorios y
oraciones, se nos ofrecen oraciones de petición, de alabanza a Dios, de adoración,
de conversión personal, de penitencia, de fidelidad a la voluntad de Dios, de
contemplación, de abandono total al Señor, de amor incondicional. Siempre que
no nos conformamos sólo a "leer el Breviario". Necesitamos prestar,
además, atención a la lectura, voluntad orante y apertura de corazón a la
interpelación que se producirá con
ocasión de un pasaje, de un versículo o de una palabra. Estas mismas
disposiciones nos han de acompañar cuando asistimos a la celebración de la
Santa Misa, a fin de encontrarnos bien y de salir mejorados.
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