La explicación no sirvió de nada: << Después de ese momento muchos de los que le habían seguido hasta entonces, le abandonaron y ya no andaban con él >> (Jn 6,66). Pedro y los demás tampoco lo entendieron: << ¿Señor, a quién iremos?>>. Pero hicieron una confesión de fe: << Nosotros hemos creído y sabemos que eres el santo de Dios >> (Jn 6, 69).
El discurso de Jesús en este pasaje evangélico, lejos de tener un sentido antropófago, es una oferta de comunión real en el Espíritu con todos los que le conocen y creen en él. Las expresiones "carne", "sangre", "pan", tienen la fuerza de signo sacramental, y las otras, como "comida" y "beber", quieren poner de manifiesto la intimidad y la intensidad de la comunión que él propone a los suyos.
Para salir al paso del escándalo que lleva a la duda y al abandono, Jesús deja bien claro que "el Espíritu es el que da la vida". "La carne no sirve de nada". Y añade: << Las palabras que os digo son espíritu y vida >> (Jn 6, 63). Quiere que se entienda que ha hablado de un misterio de amor en el Espíritu, sirviéndose de un lenguaje analógico. ¿Cómo podemos aceptar y vivir nosotros este misterio? En el Espíritu, ciertamente. Una realidad misteriosa que comienza con la aceptación incondicional de su persona y en el acto de fe indispensable, que abre el camino a la caridad y al compromiso de una vida, que tiende a asimilarse cada vez mejor con la vida y el mesianismo de Jesús.
En este contexto, la comunión eucarística es el momento álgido, específico, donde Cristo resucitado, cumpliendo su promesa, se hace realmente presente bajo los signos del pan y del vino en el contexto de la celebración comunitaria. Para nosotros es el momento privilegiado para renovar, afianzar y hacer efectiva nuestra opción por Él y por el Reino. Es el momento inexcusable de evaluar la calidad de nuestro amor y nuestra donación. Tenemos el peligro de convertir la Eucaristía en un objeto mágico, y la comunión en un acto esporádico, sin casi influencia en nuestra vida real, en nuestro comportamiento ante Dios y el próximo. Sería resultado de una lectura groseramente literal de estas palabras: << El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna >> (Jn 6, 54)
Imprimir artículo
No hay comentarios:
Publicar un comentario