Unas cuarenta y ocho horas más tarde, la misma gente y muchos otros que se reunieron delante del Gobernador romano, cuando él preguntó a la multitud a quien querían que les indultara, respondieron a la par: "Barrabás". Al insistir él: "Y de Jesús el Mesías, ¿que he de hacer? Le respondieron: "Sea crucificado" La multitud no tiene alma y es infinitamente maleable. Le basta con la palabra amable de unos líderes interesadamente perversos y de alguna pequeña promesa halagadora, como leemos en el Evangelio: << Los sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús >>.
Nada nuevo en nuestro tiempo, cuando algunos políticos se aprovechan de las debilidades de mucha gente, de sus fobias o preferencias, para conseguir sus votos, convirtiendo la democracia en una compra venta de voluntades. El mundo de los negocios es, a menudo, otro mercado donde no se vende la verdad y la calidad del producto y el bienestar del consumidor, sino el interés crematístico del vendedor. Y ¿que decir de las ideologías que envenenan la mentalidad del pueblo raso indefenso, y de la facilidad con que muchos ciudadanos aplauden estas novedades?
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