El amor que practica y enseña Jesús no es un amor moralista, como si dijéramos para tranquilizar la conciencia; ni un amor interesado, para ver qué recompensa saco del servicio que presto a los demás; es un amor cálido y desinteresado, donde la fuerza está en darnos para que el otro reciba, sin que esperemos recompensa. En este tipo de amor el otro es el protagonista, el beneficiario del don que yo hago de mí mismo: <<Tomó el pan, y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros >>. Lo mismo hizo con el cáliz, y añadió: <<Haced esto en memoria mía>>.
Aunque, finalmente, el amor que vive y enseña Jesús es un amor de comunión, que asegura la respuesta al amor recibido, hasta conseguir una donación mutua entre los que se aman, para conformar una unidad entre nosotros, y entre nosotros y él, y acabar encontrándonos en el Dios Uno. Por esta razón Jesús nos deja el Sacramento de la Comunión: << Tomad, esto es mi cuerpo (...) Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos>>.
Imprimir artículo
No hay comentarios:
Publicar un comentario