Para realizarse plenamente como persona no
hace falta sobresalir como hace un político, un artista, un deportista campeón,
un literato reconocido, un científico importante. Es suficiente que cada uno
viva plenamente, utilizando los carismas y las cualidades que ha recibido
naturalmente. A semejanza de la buena esposa del libro de los Proverbios:
<<Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos. Extiende
la mano hacia el huso y sostiene con la
palma la rueca. Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre (...)
Vale mucho más que las perlas. Su marido de fía de ella y no le faltan
riquezas>>.
Dudo que muchos de los personajes
que aparecen en los medios a diario disfruten de una realización personal tan
limpia y tan plena como esta esposa bíblica, porque el renombre que proporciona
la publicidad, puede quedarse sólo en un maquillaje externo que no corresponde
correctamente a la realidad. ¡Quién sabe si, los que viven cerca de esos
personajes mediatizados o socialmente relevantes confían o no en ellos! ¡Quién
sabe si no los ven más que como hombres de paja, sin calidad humana profunda y
estable!
El pasaje del Evangelio presenta un
propietario, que encomienda la administración de sus bienes a tres personas a
las que confía cantidades diferentes. A la hora de pedir cuentas no da
importancia a la cantidad de bienes recibidos, sino a la dedicación y a la
diligencia que ellos han puesto en la administración de lo poco o mucho que les
ha sido confiado. Y al que ha hecho fructificar el lote, le dice: << Muy
bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré
un cargo importante; pasa al banquete de
tu señor>>. Poner a pleno
rendimiento lo poco o mucho que hemos recibido es la clave de nuestra
realización, de la respuesta al Dador de todo, y de nuestra felicidad >>.
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