Lo dicho por Daniel puede aplicarse a nuestro fin personal: <<Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. (...)Los sabios brillarán con el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como la estrellas, por toda la eternidad>>. Cuando llegue nuestra hora necesitaremos y nos bastará ser contados en el número de los sabios (de los justos), y por tanto, estar inscritos en el libro de la vida. Según estos pensamientos, el resultado feliz de nuestra fin como vivientes en el cuerpo, no se improvisará de repente, sino que estallará como resultado natural de habernos esforzado para alcanzar en nuestra vida la verdad, el bien, la justicia y el amor.
El Evangelio de Marcos nos ha transmitido hoy el pensamiento de Jesús, respecto del fin del mundo. Jesús dijo a sus discípulos: << En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad>>. Él vendrá a buscar el equilibrio en la creación y en cada una de las criaturas. Todo será puesto en su lugar. Los justos disfrutarán de su recompensa y los malvados serán ignorados: << Enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte>>. El cielo nuevo y la tierra nueva están predestinados exclusivamente para quienes han optado por el camino del bien y lo han seguido. Parece que en ese momento tendrá lugar la evaluación universal y final, aunque creemos que cada justo tendrá acceso de avanzada a su recompensa, desde el primer momento de su apocalipsis personal. No entendemos muy bien cómo será todo, pero sabemos que todo se cumplirá tal como Jesús lo anunció; << El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán >>.
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