Él es un chico
extrovertido y bromista. Le gusta reírse de todo y de todos, aunque tiene mucho
cuidado de no ofender a nadie. No tiene vergüenza de contar sus idas y venidas,
los patinazos y los aciertos, porque cree que todo esto forma parte de su
aprendizaje de hombre. Se llama Vicente y asegura que su nombre lleva incluida
la inteligencia y la rectitud, y añade
que le dijo no sé quién, cierta vez, que los Vicente son algo vanidosos y
entonados.
Comienza diciendo que de jovencito
no todo el mundo podía hablar con él porque se creía superior, lo más
importante, casi indispensable. Iba tensado como una pértiga y presumido como
unas castañuelas, y se daba aires de importancia, hasta el punto de que, sus
compañeros de clase y amigos de tertulia le mostraban un cierto respeto y le
pedían disculpas siempre que, sin querer, le habían pisado los talones o le
habían pasado delante irrespetuosamente. Cuando explica estas historias se pone
a reír como un tonto y, al terminar, se pone serio y ponderado.
A continuación habla de su
"metamorfosis - o" cómo quiera
decirse" y explica cómo, poco a poco, se ha ido viendo a sí mismo como una
persona insignificante -como todos, añadía disertando largamente sobre la
insignificancia de cada ser y de cada persona humana, en comparación con el
todo. Ahora se le ve fascinado por la grandiosidad del universo y por la
variedad incontable y maravillosa de los elementos y de los seres vivos que lo
pueblan.
En el colegio de frailes -recuerda-
me insistían con razón en la humildad, aconsejándome que me comparara a tal o cual
santo, a aquella persona o a la otra. Tengo que confesar que no me servía de
gran cosa -explica-- porque de santo no conocía ningún -lo que se dice conocer,
y la otra gente era más o menos igual de tonto que yo mismo. Ahora he cambiado
el punto de mira y me parece que me va bien. Me comparo con el "todo"
y con Aquel que es más allá del todo y lo causa todo.
¿Quién soy yo ante el espacio
"infinito" del cosmos y de los incontables cuerpos (galaxias,
estrellas, planetas) que lo pueblan? ¿Quiénes somos en medio de miríadas de
seres humanos desde el origen hasta su extinción? Una gota de agua en medio del
océano. Ni más grande ni más pequeña, ni más importante ni menos, pero siempre
insignificante, en comparación al todo. Y mis años ¿qué son comparados al
tiempo de la raza humana o de la existencia del universo? Y eso no es nada, si
me comparo con Dios infinito y eterno, causa de todo. Aceptar esta comparación
me parece auténtica y provechosa humildad.
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