No hablamos ahora de un espía
que está al acecho por curiosidad o por malevolencia, para conocer las
trifulcas o las fechorías de alguien. Hablamos del centinela que es el
vigilante bien intencionado; preocupado primero por él mismo, que debe evitar
dormirse o distraerse de su atención constante, y después, de alguien o algunos
otros a quienes debe proteger, para avisarles de cualquier peligro y evitar que
les caiga encima algún daño o alguna desgracia. << Así dice el Señor a Ezequiel:
"A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel>>.
Los centinelas, en la Iglesia, son los pastores; desde el
Papa hasta el último párroco. Dios conmina
a Ezequiel, diciendo: << Si yo digo al malvado: eres reo de muerte, y tú
no hablas, poniendo en guardia al malvado, (…) el malvado morirá por su culpa,
pero a ti te pediré cuenta de su sangre>>. Oyendo estas palabras ¿todavía
habrá quien se extrañe de que el Papa, los Obispos y los demás predicadores
adviertan al mundo de los crímenes que se están cometiendo hoy? También los
cristianos laicos pueden y deben advertir con caridad y prudencia a los otros
colegas que yerran en su vida moral y marchan por caminos de perdición.
Y todo esto, por amor al otro. San Pablo escribe:
<< Hermanos, a nadie le debáis más que amor; porque el que ama a su
prójimo tiene cumplido el resto de la ley>>. Si amamos nuestra salud espiritual, es lógico
que nos procuremos también de la del otro hasta cumplir el deber, en su caso ,
de avisarle cuando creemos que ha errado, porque Jesús nos dice : << Ama
a los demás como a ti mismo >>
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