El profeta Isaías describe
una parábola preciosa: << Mi amigo tenía una viña. ( ...) La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas. ( ... ) ¿Qué mas cabía
hacer por mi viña? ¿Por qué, esperando que diera uvas, dio agrazones? (...) La
viña del Señor de les ejércitos es la casa de Israel, son los hombres de Judá su
plantel preferido>>. El pueblo de Israel -exceptuando los Patriarcas, los
Profetas, los jueces, algunos Reyes y un pequeño grupo del pueblo raso- resultaron
ser una viña borda y estéril, porque se prostituyeron a los dioses paganos y a
todo tipo de desenfrenos y de injusticias. Resultado:<< La dejaré
abandonada >>.
Jesús retoma la parábola de Isaías incluyendo pasado,
presente y futuro: << Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados
a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los
labradores agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro
lo apedrearon. (…) Por último les mandó a su hijo. Pero ellos, al verlo, se dijeron: “Venid,
lo matamos y nos quedamos con su
herencia". (...) Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos
labradores? (...) Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña
a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos>>.
La nueva viña del Señor es la Iglesia y cada uno de
nosotros las cepas. Él espera que demos buenas uvas, haciendo nuestra la enseñanza
de San Pablo: << Hermanos, todo lo
que es verdad, respetable, justo, limpio, amable, de buena reputación, virtuoso
y digno de elogio, tenedlo en cuenta> >. La Iglesia, globalmente considerada,
y muchos de sus fieles también, dan frutos de vida eterna y de caridad humana,
pero muchos otros de los bautizados siguen las huellas de los idólatras de
Israel. ¿Es por eso, tal vez, que la Iglesia florece espléndidamente en algunos
lugares, mientras se reduce drásticamente en algunos otros? ¿Cómo llevamos cada uno de nosotros el
cultivo de la cepa de nuestra vida interior, dentro de la viña de la Iglesia?
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