El símbolo del banquete es
empleado a menudo en la Biblia. Significa el bienestar personal, el placer
honesto y espiritual de la convivencia, las ventajas de una relación deseada ,
serena, positiva; significa el buen resultado de una vida personal y social
basada en la práctica del bien. El Reino
de los cielos se parece a un banquete de bodas, por el bienestar y la paz que
proporciona, ya ahora. Lo asume Jesús personalmente: << El reino de los
cielos se parece a un rey que celebra la boda de sus hijo>>.
Dios invita a sus elegidos a la fiesta: << Mandó
criados para que avisaran a los
convidados a la boda, pero no quisieron ir>>. ¿No nos hace pensar esto en
los profetas del Antiguo Testamento y en las llamadas actuales a la nueva
evangelización? << Entonces envió a otros que dijeran a los invitados: Ya
tengo preparado el banquete, (...) venid a la fiesta. Pero ellos no les hicieron
caso >>. Quizá podríamos ver aquí la llamada a los gentiles hacia el
monoteísmo, iluminados por la fe del pueblo de Israel, única en su tiempo: Dios
insiste: << Dijo a sus hombres: el banquete de boda está preparado, pero
los invitados no se lo merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a
todos los que encontréis, convidadlos a la boda>>. ¿No será el anuncio
del Evangelio por parte de Jesús y de los Apóstoles, y quizás, también, la
nueva evangelización? ¿Qué dice la gente de nuestro tiempo?
Todavía, el Reino de
los cielos culmina en la trascendencia, más allá de la vida presente, como lo
ve Isaías: <<Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará para todos
los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de
vinos de solera. (...) Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los
pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para
siempre. ( ... ) Aquel día se dirá: aquí
está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos
con su salvación>>.
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