Ciertamente, hay caminos erráticos, que no son conformes a la realidad de las cosas ni a las necesidades profundas de nuestro ser. Seguirlos, lleva al desencanto y a la parálisis del normal desarrollo humano. Por esta razón, el salmista ruega, diciendo: <<Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad. (...) El Señor es bueno y recto, y enseña el camino a los pecadores >>.
Si alguien descubre un pensamiento, una doctrina fiable, contrastada, humanamente constructiva, verdadera, para hacer su camino, que la siga. Pero si encontramos una persona que, además de una doctrina con todas las garantías, aporta el ejemplo de su comportamiento coherente con lo que enseña, viniendo a ser maestro consumado de la vida humana perfecta, sería de necios no seguirlo.
Jesús, << pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón ya su hermano Andrés. (Jesús) les dijo: "Venid conmigo y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron >>. También vio a Santiago y a su hermano Juan y los llamó igualmente. << Ellos, dejando a su padre Zebedeo con los jornaleros y la barca, y se fueron con Jesús >>. El seguimiento de Jesús por parte de aquellos discípulos fue radical y definitivo, con resultados históricos para ellos mismos y para la humanidad. ¿No será también para cada uno de nosotros la mejor opción de nuestra vida, decidirnos irrevocablemente a seguir a Jesús en su doctrina y en su vida?
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