Al tiempo que nos toca vivir, pocos están contentos con lo
que pasa: la economía está en crisis, la pobreza de amplios sectores de la
sociedad avanza a pasos agigantados, la justicia -en el mejor de los casos- nos
deja perplejos; algunos de los docentes se dedican al adoctrinamiento de los
alumnos en la propia ideología preferida, en vez de educar imparcialmente; la
sanidad universal y gratuita se ve amenazada y el estado del bienestar se
tambalea por todas partes. La lista se haría demasiado larga si nos
detuviéramos a considerar los problemas familiares, como separaciones de
parejas, niños poco atendidos, ancianos en las residencias, etc. Y no hablamos
del mundo de la política, a menudo inmerso en una corrupción vergonzosa.
¿Qué
ocurre? Nuestra sociedad (globalmente) hace años que ha abdicado de los valores
tradicionales, ha dado la espalda a Dios y ha emprendido un camino nuevo en el
que, lo que cuenta, es el enriquecimiento a cualquier precio, prima el egoísmo
más refinado y se busca irresistiblemente el placer de los sentidos. Se ha
arrinconado la moral y se ha sustituido por la propia conveniencia: lo que me
gusta o me favorece pasa por bueno; lo que no, lo tengo por malo. ¿Qué fue de
aquella conciencia delicada de muchos de nuestros padres y abuelos que los
hacía sentirse responsables de sus actos, que por nada del mundo habrían hecho
daño a otros, que no habrían faltado de ninguna manera a su palabra, que nunca habrían despreciado las leyes de Dios o
de la Iglesia?
Parece,
pues, imprescindible que debe haber un cambio. El Adviento nos invita a cambiar
y a confiar. A no buscar la salvación en los bienes temporales, ni en las
diversas opciones políticas, ni en ningún medio temporal sólo, sino volviendo a
mirar a Dios y a su Enviado, confiando
en él de verdad. Dice el profeta Baruch:
<<Consolad, consolad a mi pueblo
–dice el Señor- hablad al corazón de Jerusalén (…) Como un pastor que apacienta
su rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las
madres >>. Israel, Jerusalén, es ahora todo el mundo abatido bajo sus múltiples
miserias.
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