Quiero decir la ciencia y la
técnica. Porque el mundo actual baila al son de estas dos melodías. La ciencia,
en primer lugar, lo investiga todo, lo analiza, lo compara, lo averigua todo,
en todas partes, con curiosidad inaudita, desde las profundidades oceánicas
hasta el espacio más alejado, desde el microcosmos hasta el origen del
universo. Lo celebramos, porque va consiguiendo más y más conocimientos en
beneficio de la humanidad.
La técnica, por su parte, brilla con
luz propia y ha conseguido, hasta ahora, éxitos inauditos, insospechados hace
poco, increíbles unas décadas hace. Y no se le vislumbra el final. Su
proyección hacia el futuro se prevé rápida y sin tope previsible. Pero, si observamos
atentamente, la vemos como una espada de doble filo: trae ventajas innegables y
derivas calamitosas para los humanos.
Nos preguntamos: ¿La ciencia y la
técnica por separado, o ambas a la vez, van configurando una humanidad más
exitosa y feliz? ¿Resuelven satisfactoriamente o dejan sin respuesta cuestiones
fundamentales irrenunciables, que se han planteado generaciones y
civilizaciones pasadas, como se plantea, ahora, la nuestra?
El libro de Jesús, hijo
de Sira, nos habla de la sabiduría y dice: << El Creador del universo me
ordenó (...): "Habita en Jacob, sea Israel tu heredad. (...) En la ciudad
escogida me hizo descansar, en Jerusalén reside mi poder. Eché raíces entre un
pueblo glorioso, en la porción del
Señor, en su heredad>>. Sin la
SABIDURIA -que es Dios mismo- no hay respuesta suficiente a las cuestiones
profundas del hombre ancestro, ni a las del hombre contemporáneo. ¿Es por eso
que el hombre moderno, cargado de ciencia y de técnica y huérfano de sabiduría
para interpretar y conducir positivamente la vida, vive como asombrado y
desconcertado?
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