Hoy es primer domingo de Cuaresma, y
comenzamos un viaje litúrgico. La Liturgia (nuestra celebración dominical)
nos acompañará, con su excelente pedagogía, hasta el término de nuestro viaje:
la Pascua. Salimos de un lugar de servidumbre y de esclavitud: la condición de
pecadores, el fardo de nuestras dudas, la carga de nuestra debilidad, de
nuestras enfermedades, de las angustias de una vida mediocre, condicionada a
causa de unas pasiones mal controladas y de un egoísmo empobrecedor.
Como el pueblo de Israel: <<
Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron y nos impusieron una dura
esclavitud. (...) Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y él
escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia.
(...) El Señor nos sacó de Egipto (...) nos introdujo en este lugar y nos dio
esta tierra, una tierra que mana leche y miel>>. Es lo que hace siempre
el Señor a través de la prueba (el desierto), y da salida esplendorosa a las
vidas que no tenían ninguna.
O como Jesús. Él también emprendió
un viaje: << En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del
Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo condujo por el desierto.
>> Allí se encontró en soledad con el Padre, que el protegió del tentador
y le animó a emprender la misión más grande y eficaz de toda la historia humana.
La reflexión y la oración cuaresmales
nos ayudarán a conocer mejor el misterio de Cristo y acomodar a él nuestras
vidas.
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