¿Qué podían hacer los apóstoles después que Jesús les dejara
solos? Ni físicamente, ni desde el punto de vista intelectual, espiritual, sociológico o
humanitario, tenían alguna posibilidad de éxito en la inmensa tarea que,
después, la historia constata, testimonia como un éxito único y universal, y les
atribuye irrefutablemente..
Pero Jesús
les había asegurado que no los dejaría solos, y lo cumplió: <<Vieron
aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de
cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas
extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería>>. Era el
gran don, el don altísimo. El Espíritu de Dios, que llena el universo, se
concentró sobre aquellos hombres, los capacitó y les acompañó, hasta completar
perfectamente la misión que Jesús les había encomendado.
San Pablo,
a los cristianos de Corinto, hace extensivo el don del Espíritu a todos los
seguidores de Jesús, para que puedan entrar en el Reino de Dios y vivir en él
hasta el estallido final. Pero deja claro que es un regalo de Dios, un don
gratuito: << Hermanos: Nadie puede decir: “Jesús es el Señor” (primer
paso de la entrada en el Reino) si no es bajo la acción del Espíritu Santo>>.
Entonces especifica los carismas, los dones particulares y los milagros, que
los fieles recibirán del Espíritu, en bien de toda la comunidad. Designio que
continúa a través de los tiempos en la Iglesia a favor de todos los fieles: <<Consiste en hacer participar, por
la gracia del Espíritu Santo, a todos los hombres en la vida divina, como hijos
suyos adoptivos, en su Hijo único >>. (Catecismo de la Iglesia
católica).
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