Normalmente nos gustan los primeros lugares: en la mesa, en
las tertulias, en las reuniones serias, en las competiciones deportivas, en
todas partes. ¿Qué es eso: vanidad, orgullo, mezquindad, o todo a la vez?
Quizás timidez oculta, falta de seguridad o inflación de auto estima. Porque la
verdad es que somos uno de tantos: mejores en algunos aspectos, peores en otros
y quizás, quien más necesidad tiene de exhibirse, más carencias sufre. ¿De qué
valores podemos vanagloriarnos: de la inteligencia, de la fuerza, de la astucia, de la riqueza?
Esta última, es quizás la más ridícula, porque uno muy rico puede ser el más
pobre en muchos otros aspectos.
La palabra
de Dios nos iluminará: << Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y
te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas,
y alcanzaras el favor de Dios>>. La sencillez y la humildad atraen la
mirada y la estimación no sólo los hombres, sino también de Dios: <<
Porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes>>.
El gran
maestro de la humildad es Jesús: <<Cuando te conviden a una boda, no te
sientes en el puesto principal, no sea
que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os ha
convidado a ti y al otro y te dirá: "Amigo, sube más arriba".
Entonces, quedarás muy bien ante todos los comensales porque todo el que se enaltece será humillado,
y el que se humilla será ensalzado >>. A continuación Jesús nos enseña donde se encuentran los verdaderos
valores y cuáles son las personas con las que deberíamos compartir la mesa y la
amistad: << Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos i
ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los
justos >>.
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