En la tarea de la
formación religiosa, actualmente, parece que se opta preferentemente por la
transmisión de contenidos: que los niños, en la catequesis, sepan muchas cosas
sobre Dios, sobre la Iglesia y, en especial, sobre Jesús: su vida, su doctrina,
los milagros, la pasión, la Pascua. Lo mismo ocurre en la catequesis de
adultos, en seminarios y encuentros de formación y también en los estudios
"extra" de clérigos y religiosos que dedican un tiempo a la
consecución de una licenciatura o de un doctorado. ¿No sufre de esto también la
formación de los seminaristas? A veces, incluso en las homilías, se observa
esta tendencia, aunque no siempre.
Es el intento de ir a Dios y de conducir a él a los otros
por la vía de la razón. Me pregunto si es el camino adecuado y también si no
existe el peligro de que nos lleve al dogmatismo; quizás también al
racionalismo. Y recuerdo que San Juan de la Cruz insiste una y otra vez en que,
para llegar a la perfección y a la unión con Dios, tenemos que acallar los
sentidos, la memoria con su imaginación, y también la mente con sus
pensamientos. En vez del esfuerzo de la mente y de la memoria nos propone la
vía de la contemplación, que consiste en ampararnos en las tinieblas de la fe; contentándonos
con una advertencia amorosa y sosegada en Dios, sin que queramos saber nada de
lo humano ni de lo divino.
Lo que sí es cierto, es que los Padres de la Iglesia, sin
descuidar la transmisión de los misterios de la fe (diríamos los contenidos)
hacen gala de una literatura vivencial, de aproximación personal, de encuentro
vehemente, de enamoramiento entusiasta: Para los Padres, la conversión no es el
descubrimiento de una teoría convincente o de una doctrina bien atada y
estéticamente atractiva, sino de un tú a tú con el que es la verdad, la
belleza, el amor.
Vamos ahora a la
Biblia. Sabemos perfectamente que no es una teoría ni una doctrina sobre Dios.
Es una historia, una historia de amor entre Dios y su pueblo, entre Dios y cada
ser humano. El Salmista lo ha entendido perfectamente. Nos bastará con el
último versículo del salmo 73 (72) y nos ahorraremos así citar toda la Biblia
de principio a fin: [Para mí es bueno estar cerca de Dios, buscar en el Señor
mi refugio, y contar sus hazañas en las plazas de la ciudad de Sión]. Una frase
que contiene tanto la realización personal en el encuentro con Dios, como la
misión en favor de los demás, que también son invitados a hacer la experiencia
del mismo encuentro.
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