El pensamiento ecologista
y el de los verdes tendemos a definirlo como nuevo y a considerarlo original,
pero no es así, puesto que sabemos de personas, lejanas en el pasado,
enamoradas de la naturaleza y todo lo que la habita. Nos basta recordar la
estela de San Francisco de Asís y su amor al sol, a las plantas y a los
animales.
Tengo que reconocer que, en mi infancia, no me había
llegado el flash de aquella mística, a pesar del contacto privilegiado y
constante con la tierra y los seres vivos y, como todos los niños de mi
entorno, me sentía rey y dueño de plantas y animales, y autorizado a tratarlos
con prepotencia y poco respeto. Aquella faceta ahora me duele de verdad y me
considero convertido y rehabilitado.
Con todo, me ha gustado conocer a Nicolás, un
excursionista empedernido, que trata las flores y los pájaros, las mariposas y
todo tipo de insectos con un tacto refinado y una poética sutileza. He tenido
conversaciones con él, al respecto, y le he oído cosas admirables, propias de
un pensamiento acariciado tiempo ha y convertido en un estilo de vida
totalmente liberador.
Explica que este mismo comportamiento es necesario
ampliarlo a todas las cosas y en especial a las personas, que no nos han sido
dadas para cogerlas y poseerlas, sino para contemplarlas y admirarlas. La
belleza, si no queremos que se dañe en nuestras manos, nunca la hemos de tocar
y mucho menos quererla poseer. Y en cuanto a las personas, cuando en nuestra
relación con ellas intentamos ser posesivos, dominarlas o sacar algún provecho,
destruimos el hechizo de la amistad y dejamos puerta abierta a los recelos y,
en definitiva, a la frustración.
El respeto inquebrantable a cosas y personas, en nuestro
entorno, nos permite disfrutar de toda la belleza original, no repetible, de
cada una de ellas, y nos dispone a conocer el sabor de la libertad y de la
alegría pura, sin ninguna mezcla de interés o de atadura.
Son precisamente los vínculos los que ponen en entredicho
nuestra capacidad de admiración y de placer limpio y profundo. ¿Verdad que la
noche estrellada es un espectáculo maravilloso? Justamente ese espectáculo es
igual de bello por siglos y siglos, porque nunca nadie ha podido acceder a
apropiarse de ninguna estrella, ni a tocarla siquiera.
Una actitud posesiva respecto a personas y cosas es la
expresión más clara de falta de amor. El posesivo se ama exclusivamente a sí
mismo, y movido de ese instinto, barre siempre para casa todo lo que encuentra.
Y cuando lo posee, aquello pierde automáticamente la belleza y la vida, para
convertirse en un objeto cualquiera. Termino con aquellas célebres palabras de
San Juan de la Cruz: <Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en
nada>.
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