Hoy, Señor, queremos darte gracias, no por lo que hay de ti en nosotros: la
existencia, la vida, la obra admirable de nuestro cuerpo con sus sentidos y
todas sus propiedades físicas que, coordenadas perfectamente entre ellas, lo
dotan de notables capacidades y de singular belleza. Nuestra gratitud de hoy
tampoco quiere referirse a nuestra semejanza contigo por habernos hecho hijos y
herederos, enriquecidos con dones y gracias espirituales, junto con los otros
caudales necesarios para alcanzar nuestro destino final.
Hoy, Señor, te damos
gracias por lo que hay de Ti en Ti. Te damos gracias por Ti mismo. Porque tú
eres, porque Tú eres Dios, el único Dios del cielo y de la tierra, de todo el
universo. Porque eres la Existencia, la Vida, la Verdad, el Bien, el Amor, el
Único, el Todo. Porque todo empieza en ti, pasa por Ti y a Ti se dirige.
Quisiéramos hacer la alabanza de tu nombre, pero Tú no tienes nombre. Tu nombre
eres tu mismo. Te decimos: << Santificado sea tu
nombre >>, porque no nos atrevemos a decir: seas santificado, Señor. Pero
sabemos que si es santificado tu nombre, tú eres el santificado.
Hoy, te damos gracias todavía, y sobre todo, por tu inmensa gloria. Por la
gloria <ad intra> de tu naturaleza divina, debido a la infinitamente
sabia y amorosa relación entre las divinas personas. Adivinamos que debe ser
esta la divina gloria sustancial; la que sobrepasa todo pensamiento humano y
cualquier capacidad creada, que pretendiera ser apta para vislumbrar el alcance
o sospechar su profundidad. Por esta gloria te damos gracias, porque es la
causa de tu eterna e infinita felicidad. Y te queremos dar gracias también por
la proyección que has querido hacer de tu gloria personal en y a través de la
creación, inalcanzable en el espacio y en el tiempo, incontable en los reinos,
las especies y los individuos. La creación sería el resultado de tu sobreabundancia
de gloria que, por amor, has querido irradiar hacia fuera, y así, darla a
participar.
Te damos gracias finalmente
por tu gloria <ad extra> que abarca todo el cosmos y se extiende desde el
inicio de los tiempos hasta la eternidad. Gracias porque has hecho que alguien –nosotros,
criaturas tuyas inteligentes- fuéramos los espectadores invitados por ti al espectáculo
cósmico inalcanzable e indescriptible, que perdura de generación en generación,
suscitando la admiración, la gratitud, el amor y la osadía de imitarlo en las
artes y las técnicas más refinadas y admirables, por parte de los personajes
más hábiles de la estirpe humana. ¡Gracias por tu inmensa gloria!
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