<<El
segundo es semejante a él (el primer mandamiento): Amarás a tu prójimo como a ti mismo>>. El
prójimo....Este es el problema. Porque el prójimo, además de los parientes, los
amigos, los vecinos, los conciudadanos de patria, raza, lengua, religión y
opción política, lo son también los que ostentan los signos contrarios, o al
menos alguno de ellos. Lo son también los inmigrantes: << No maltrates ni oprimas a los
inmigrantes. (...) Si los tratas mal y alzan a mí su clamor, yo los escucharé
>>. Así pues, para mí, el otro son todos a parte de mí mismo. También el
enemigo y el que, de cualquier modo me perjudica.
Actualmente, la emigración es un
problema global y ocasión de graves dificultades. Culturas ancestrales,
visiones cósmicas y religiosas diferentes, a menudo opuestas, hacen del todo
necesario volver al espíritu del Evangelio, porque alguien tiene que romper el
círculo maléfico de la incomprensión y la intolerancia. Alguien tiene que empezar
a poner la otra mejilla, por ejemplo, cuando los cristianos son perseguidos y
asesinados en los Estados islámicos.
El regreso humilde,
sincero y sin prejuicios al único Dios, Padre de todos, queda como la única
posibilidad eficaz para poder vivir plenamente este segundo mandamiento de amar
a los demás como a ti mismo. Como dice Jesús: << Amarás al Señor tu Dios,
con todo tu corazón, con toda el alma, con todo tu ser. Este es el mandamiento
más grande y el primero de todos >>. Nuestro mundo necesita una
conversión total como la que describe San Pablo de los habitantes de
Tesalónica: << Por todas partes hablan de vuestra conversión (...) y como
abandonasteis los ídolos y os convertisteis a Dios para adorar sólo al Dios
vivo y verdadero >>.
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