Hasta aquí hemos llegado: valemos lo que producimos. Parece ser que el rendimiento se ha convertido en el objetivo indispensable y primario para la -digamos- civilización del momento que nos ha tocado vivir. La persona no importa. Lo que importa es el producto interior bruto, fruto del trabajo de cada uno a beneficio de la sociedad y, más concretamente, a beneficio de los especuladores sin conciencia. Lo que importa realmente son las cosas, la abundancia de bienes económicos que, para muchos, se han convertido en el becerro que adoran con sumisión total, como si aquellos bienes fueran la roca, el castillo, el refugio, el único lugar donde sentirse seguros y salvos.
En el extremo opuesto encontramos el pensamiento cristiano fundamentado en toda la Biblia, y más concretamente en la persona de Jesús y su mensaje divino. Ya el profeta Amós reconoce haber sido elegido por Dios desde la nada para enviarlo a predicar: << No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. (..) Pero el Señor me dijo: “Ve y profetiza a mi pueblo de Israel>>. Cuando Jesús elogió a sus apóstoles se fijó en unos pescadores analfabetos de Galilea y, en enviándolos, <<Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero>>.
El proyecto de Dios, pues, consiste en poner en último término la posesión de bienes; limitándolos a lo estrictamente necesario para una vida digna, y tener en el punto de mira la persona: su dignidad, la libertad de hijos, la plenitud personal, la felicidad, la salvación. Quizás en ninguna parte encontraríamos un resumen tan entero de lo que Dios quiere para cada uno de nosotros, como en la Carta de San Pablo a los efesios: << Bendito sea Dios, (...) que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. El nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. (...) Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, la sabiduría y prudencia han sido un derroche para con nosotros>>. ¿Que tiene que ver, pues, con el plan de Dios, la atracción por la eficacia, el vértigo por la producción, la locura por la acumulación de bienes materiales, la avaricia, la depredación, la explotación de los débiles indefensos? Mientras que estos últimos codician las cosas, Dios ama y busca la persona.
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Presentación
Presentación
Mosén Enric Prat presenta estas nuevas Homilías, totalmente diferentes de las ya conocidas (www.bisbaturgell.org - homilias dominicales). Son diferentes en el contenido, en el estilo y en la extensión. Cada Homilía contiene una sola idea, la expresada en el título. La breve argumentación se basa casi únicamente en los textos litúrgicos del día. Creemos que estas homilías pueden facilitar a cada interesado la preparación de la suya propia; o como guión de un comentario más espontáneo. La mejor utilización, sin embargo, la encontrará cada usuario interesado. Posiblemente, otras personas además de los predicadores, encontrarán en estos escritos la ocasión de profundizar en el sentido íntimo de la Palabra de Dios en la Liturgia, y de saborear el consuelo espiritual que nos ofrece. Sea todo ello para alabanza de Dios y a beneficio espiritual y humano de cuantos quieran hacer uso de este medio. Muchas gracias.
Terminada la publicación en este BLOG de las NUEVAS HOMLIAS, me atrevo a proponer a los amables usuarios una nueva Etiqueta: EL RINCON DE LA MISTICA. La mística, no en su vertiente de hechos extraordinarios, como el éxtasis, la levitación, las locuciones o las visiones, sino como alternativa a la ascética, con la atención puesta en las obras de San Juan de la Cruz y en el autor anónimo del libro lA NUBE dEL NO SABER. La ascética se basa en el razonamiento, el esfuerzo y el protagonismo personal. La mística abandona todo protagonismo personal para atribuirlo sólo a Dios, de acuerdo con lo que recomienda el Salmo 36: Encomienda al Señor tus caminos; confía en él, déjalo hacer. O respondiendo a la oferta de Ap.3,20: He aquí, yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. El místico recibe, por medio de la iluminación que le es dada, una noticia nueva de la naturaleza de Dios, que es oscura e inexplicable. Los autores la llaman docta ignorancia o rayo de tiniebla. Este trabajo, que ha sido publicado en la revista l’Església d’Urgell y con una buena aceptación por parte de muchos lectores, puede ser útil para la lectura y meditación particular, y también como herramienta de trabajo para grupos de oración, de formación espiritual o de catequistas. Gracias!
Terminada la publicación en este BLOG de las NUEVAS HOMLIAS, me atrevo a proponer a los amables usuarios una nueva Etiqueta: EL RINCON DE LA MISTICA. La mística, no en su vertiente de hechos extraordinarios, como el éxtasis, la levitación, las locuciones o las visiones, sino como alternativa a la ascética, con la atención puesta en las obras de San Juan de la Cruz y en el autor anónimo del libro lA NUBE dEL NO SABER. La ascética se basa en el razonamiento, el esfuerzo y el protagonismo personal. La mística abandona todo protagonismo personal para atribuirlo sólo a Dios, de acuerdo con lo que recomienda el Salmo 36: Encomienda al Señor tus caminos; confía en él, déjalo hacer. O respondiendo a la oferta de Ap.3,20: He aquí, yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. El místico recibe, por medio de la iluminación que le es dada, una noticia nueva de la naturaleza de Dios, que es oscura e inexplicable. Los autores la llaman docta ignorancia o rayo de tiniebla. Este trabajo, que ha sido publicado en la revista l’Església d’Urgell y con una buena aceptación por parte de muchos lectores, puede ser útil para la lectura y meditación particular, y también como herramienta de trabajo para grupos de oración, de formación espiritual o de catequistas. Gracias!
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