Dicen los libros que hay
100.000 millones de galaxias en el universo observable. Si dejamos correr la
imaginación universo allá, más lejos de la parte que, hasta ahora, el hombre ha
sido capaz de observar, algunos científicos hablan de la posibilidad de que
existan trillones de galaxias. El tamaño inmenso de cada una de ellas da unas
cifras que producen escalofrío. Por ejemplo, la más cercana, la que más
conocemos, porque es nuestra casa, la Vía Láctea, tiene un de diámetro de unos
326 millones de años luz. Cada una de las galaxias incluye entre 200.000 y
400.000 millones de estrellas, todas ellas acompañadas de una cantidad incontable
de planetas y de satélites. Algunos científicos aventuran que en la Vía láctea
podría haber 500.000 planetas en condiciones físicas para albergar la vida.
Si de eso pasamos a
resumir los datos que la ciencia actual nos da sobre la aparición del hombre en
nuestro planeta, nos encontramos que, el homo habilis, (hombre dotado de
habilidades), extinguido hace miles de años , vivía en África, hace entre
1.900.000 y 1.600.000 años. El hombre erectus (que caminaba derecho) lo
encontramos en Asia (China, Indonesia), también extinguido, capaz ya de una
industria lítica (instrumentos de piedra) y descubrimiento del fuego. Esta especie
vivió entre hace 1.800.000 y 300.000 años. Del hombre llamado ergaster, según
datos de la arqueología, tenemos noticia que llegó a tener capacidad de lenguaje
y existió hace un 1.600.000 años. Ya más cerca de nosotros, encontramos el
hombre de Neardenthal, llamado también hombre sapiens, especie extinguida, que
ocupó Asia y Europa, desde 250.000 hasta 28,000 años aC. y convivió al menos
durante 5.000 años con la nueva especie llamada de Cro-Magnon, la especie del
homo sapiens sapiens, que es la que se impuso, la única especie humana hoy
existente, a la que nosotros pertenecemos.
Esta panorámica de cosas y
de personas, del todo incalculable en algunos aspectos, es lo que vislumbramos
como obra de Dios, de la que no conocemos a fondo más que una ínfima, una mil
millonésima parte. Los mismas descubrimientos espectaculares de la ciencia
moderna no son ninguna creación por parte de la inteligencia humana, sino sólo
hallazgos, a menudo casuales, de las leyes eternas que rigen y acompañan la
creación en su funcionamiento y en la evolución de la vida. Si no nos es
posible conocer la obra, por su inmensidad casi infinita, ¿como podríamos
conocer, aunque fuera de lejos, su Autor? Apenas podemos aspirar a conjeturar
su existencia, a fin de dar una explicación razonable a todo lo que conocemos
y, después, afirmar que Dios sobrepasa esencialmente y de manera infinita toda
su obra.
Por esta razón ya los sabios
griegos nos hablan de una teología negativa que consiste en negar a Dios todo
lo que encontramos en la creación. Por ejemplo: Dios no es sabio, porque es la
sabiduría, o Dios no es bueno, sino que es el bien, o también, que Dios no es
amable, porque es el amor. Acabamos con un fragmento de la Teología Mística del
Pseudo-Dionisio (capítulo IV): “Decimos, pues, que la Causa universal está por
encima de todo lo creado. No carece de esencia ni de vida, ni de razón, ni de inteligencia. No tiene cuerpo, ni figura, ni
calidad, ni cantidad, ni peso. No está en ningún sitio. Ni la vista ni el tacto
lo perciben. Ni siente, ni lo alcanzan los sentidos. No sufre desorden ni
perturbación procedente de pasiones terrenas. No carece de poder, ni lo
trastornan acontecimientos imprevistos. No necesita luz. No experimenta
mutación, ni corrupción, ni decaimiento. No se le puede añadir ser, ni haber,
ni ninguna cosa que caiga bajo el dominio de los sentidos”.
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