Cuando escuchamos este
fragmento del Evangelio de Marcos, si nos coge desprevenidos o en tiempos de
euforia sensual, como también en el caso de efervescencia causada por el éxito
económico o profesional, nos puede parecer una exageración mística, una música
celestial o aún un canto de sirena. Porque el amor total - "con todo el
corazón, con toda el alma, con toda tu mente, con toda la fuerza" - debe
estar al nivel de nuestras expectativas. Solamente somos capaces de amar así el
mayor bien -conocido previamente, por supuesto- y si este está a nuestro alcance.
Es decir: un bien posible, cercano a nosotros y proporcionado a nuestro deseo y
a nuestra capacidad de acceso y de estimación.
Para el poco iniciado, Dios como el bien máximo, es
inconcebible por muchas razones: es invisible e incomprensible y, por tanto,
objeto inadecuado a nuestros sentidos, afectos y pensamientos. Es también
objeto de amor lejano o, al menos, con una respuesta imposible de verificar.
Nada de extrañar, pues, que la persona de que hablamos pase olímpicamente de
aquella propuesta y se decida por amar unos bienes al nivel de sus capacidades
inmediatas: lo que le representa un bien comprobable para los sentidos, la
afectividad o la mente; lo que se presenta en forma de placer, de afecto
correspondido, de seguridad, de verdad descubierta.
Será necesario que pase por un aprendizaje largo, no
exento de dolor y de desencanto para descubrir la grandeza y la posibilidad de
amor total de Dios y a Dios. No aterrizará en el mundo espiritual de la fe,
hasta que no descubra experimentalmente la fragilidad, la insuficiencia y la
pérdida real de algunos o de todos aquellos bienes que había decidido amar,
pensando que su correspondencia le sería del todo y para siempre fiel . Si uno
empieza a sopesar la inconsistencia del placer, la relatividad del amor
afectivo de otras personas, el fracaso de algunas seguridades esperadas de
personas y cosas; cuando la salud hace aguas, el cuerpo se niega a producir
placer, la mente pierde agilidad; si no se encuentra motivos para la alegría y
la estabilidad emocional; cuando aparecen signos inequívocos de una degradación
progresiva que lleva a la muerte, y se ve claro que no se puede esperar nada
más de lo, o de aquellos a quienes había amado, queda abierta de par en par la
puerta de entrada a el amor total de Dios Dios.
Ahora sí, Dios es el único, el bien máximo, el ser
original digno de ser querido sobre todas las cosas, el único que responde
indefectiblemente a todas las expectativas.
Feliz aquel que, por un trabajo constante de bajar a su
interior, ayudado de la reflexión y el discernimiento, se ha procurado, en la
primavera de la vida, un corazón limpio y una mente abierta a la verdad de
Dios, el único merecedor de ser amado, durante todos los días de nuestra vida,
"con todo el corazón, con toda el alma, con toda tu mente, con toda la
fuerza".
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